Comentario
El relieve neosumerio, al igual que la escultura de bulto redondo, en su deseo de copiar viejos modelos, volvió a poner de moda las antiguas placas perforadas de carácter votivo, totalmente en desuso durante el Imperio acadio. Estas placas, sobre todo las procedentes de Girsu, nos han llegado muy troceadas, siendo los fragmentos más interesantes dos del Museo del Louvre, de época de Gudea: en uno, se ve a dicho ensi en una escena de presentación ante su dios personal Ningishzida, y en el otro se figura al dios Ningirsu en el contexto de una escena de nupcias sagradas.
Sin embargo, donde mejor puede estudiarse el relieve neosumerio es en las estelas, a pesar de que nos hayan llegado muy fragmentadas. Si bien copiaban prototipos de épocas anteriores, la ideología contenida en ellas es radicalmente distinta. Ahora sólo se intentará perpetuar los servicios ofrecidos a los dioses, no las hazañas guerreras, como en los casos de Eannatum o Naram-Sin. Sin embargo, no podemos negar tajantemente la existencia de Estelas de Victoria en esta fase histórica; pero lo que sí es cierto es que hasta ahora no han sido descubiertas.
De Gudea poseemos referencia escrita de las variadas que hizo levantar en los templos de su ciudad-Estado: en el Eninnu, por ejemplo, dispuso nada menos que siete estelas, de unos 3 m de altura cada una, dándoles incluso un nombre propio. Eran de aspecto similar a la de Eannatum; es decir, en forma de largo paralelepípedo, redondeado por su parte alta, a modo de arco de medio punto.
Con varios fragmentos, los especialistas han intentado reconstruir una de aquellas estelas, en concreto la que rememoraba la reconstrucción del Eninnu, cuyo proceso conocemos por un magnífico himno, copiado en dos gruesos cilindros de arcilla (hoy en el Museo del Louvre).
Diferentes vasos, pilas de consagración, mazas y platos de comienzos de la fase neosumeria presentaban también relieves. Los ejemplares más divulgados son los de Gudea, sobresaliendo de entre ellos su Vaso de libaciones (23 cm; Museo del Louvre), tallado en esteatita a modo de largo cubilete y que había consagrado a su dios personal. La superficie aparece decorada con un relieve heráldico de claro simbolismo ctónico: dos serpientes entrelazadas, lateralmente escoltadas por dos seres híbridos a modo de dragones que enarbolan largas espadas curvilíneas.
Muy cercana en estilo, disposición, concordancias iconográficas y, sobre todo, finalidad ideológica de las estelas de Gudea, estuvo la gigantesca Estela de Ur-Nammu, que se encontró fragmentada en el recinto sagrado de la ziqqurratu de Ur y que hoy conserva el Museo de la Universidad de Pennsylvania.
Tallada en una losa de caliza (3 por 1,5 m), presentaba sus dos caras recubiertas por una serie de relieves distribuidos en cinco frisos. En la cara anterior, en la parte superior y bajo unos símbolos astrales -de Sin y de Shamash- se ofrece la presentación del rey, de pie, en una escena doble y prácticamente simétrica, ante los dioses Sin (a la derecha) y su esposa Ningal (a la izquierda), asistidos por dos divinidades que derraman el Agua de la Vida. En el segundo friso, Ur-Nammu, cuya imagen se repite también dos veces, efectúa una doble ceremonia cultual, libando sobre arbustos plantados en altos tiestos y ante los mismos dioses, sentados en sendos tronos. Sin le presenta la cuerda y la vara de medir, elementos necesarios para la tarea constructora que va a emprender el monarca. Por debajo, en los tres registros restantes, se suceden variadas fases de la edificación del monumento religioso.
En la cara posterior se ven, en los cuatro frisos inferiores (falta el superior), aunque de modo fragmentario, sacrificio de animales, escenas de música, así como la ceremonia de adoración de una estatua del propio Ur-Nammu.
En Susa se localizó otra estela (llevada como botín), no adscrita todavía a ningún soberano neosumerio. De la misma (restan 80 cm de altura; Museo del Louvre), sólo nos ha llegado la parte superior, en dónde bajo un grandioso símbolo solar, una divinidad hace entrega de la cuerda y la vara de medir a un príncipe que efectúa una libación ante un arbusto.
Del rey Shulgi (de quien no nos ha llegado ninguna estela) poseemos un magnífico y grandioso relieve rupestre (4 m de altura), que mandó grabar en Darbaud-i-Gawr, en el Kurdistán, con ocasión de su victoria contra los lullubitas. Se trata, en realidad, de una copia de la Estela de la Victoria de Naram-Sin, en la que el rey neosumerio se presenta en idéntica postura a la del rey acadio, pisoteando los cuerpos de sus enemigos vencidos. A su reinado pertenece también el fragmento de una tablilla votiva de esteatita (14 cm; Museo del Louvre), procedente del mercado anticuario: el relieve es de muy buena calidad y, aunque algunos consideran que la figura representada es una imagen de la reina Ninsun, lo cierto es que se trata de una alta sacerdotisa de ignorado nombre.